Te encontraré en Limoges en febrero.
Con la melancolía de un verano frío,
con el azul de un cielo pálido.

Cuando encuentre una semana término medio
en la cual la esperanza se divise como el mar de noviembre.

Te esperaré en Limoges hasta agosto,
de un año venidero.

Pues la melancolía agobia la carcomida pared de aguacero
en la cual tu alegría se ha reflejado por años.

Esperaré, con la mirada hacia al cielo.

Buscaré tu reflejo en el agua,
tentaré tu sudor con mis lágrimas.

Olvidaré quizás que te espero,
pero no dejaré de mirar la fuente de agua.

Pensaré ver reflejado tu rostro
en el charco que se hizo mar,
el sudor que se hizo río.

No me iré, aunque tu no estés.

Te esperaré en Limoges, hasta algún febrero.