Cogí la fría llave, abrí la puerta y de pronto me encontré solo.
Solo en aquel espacio continuo a la calle, una vieja pero cálida calle. De pronto un abrazo de tristeza me invitó un sentimiento. Estaba solo, en medio de la oscuridad perpetua. Pequeños trozos de luz desmarañada intentaban imponer su presencia, como queriendo llamar mi atención. Entonces comenzó la reflexión de aquel sentimiento que me había recibido.
Acepto, sin duda su oferta, pues no encuentro idea que plazca mi mental tormento.
Es así como llego a la conclusión de que la sabiduría no solo es triste. Es también sola.
La sabiduría inevitablemente abraza y contiene alegría; pero también tristeza. Uno se da cuenta, en medio del camino de tantos años, que mientras más conoces, más cuenta te das de que muy poco sabes.
Y así como la noche no contiene al sol, la sabiduría no contiene compañía; no tiene amigos.
Al fin de cuentas, la sabiduría es triste porque genera soledad. O, es que acaso la soledad genera sabiduría?...