Una larga caminata nos llevó a mi y a un amigo que había perdido el rostro, a través de parajes escondidos de verde presencia. Por un momento, pensamos que habíamos perdido el camino, pero dijimos que eso no importaba, ya que la conversación se había tornado muy interesante. El camino era largo, repito, estrecho y verde. Eramos unos desconocidos en medio de un paraíso de sonidos y variaciones de verde.
Estuvimos en ello por media hora y un poco más. Luego de terminar el camino largo y estrecho, llegamos a una pampa verde también, con más gente como nosotros. Algunos jugaban voley, algunos estaban simplemente tendidos en el gras. Bonito lugar, muy country.
Decidimos ser también parte de aquel eterno día de campo. Entonces fueron las 11, las 2 y luego las 3. Eran grandes los caballos, y de todos los colores.
Era tiempo de saciar nuestra sed, pues la sed de conversación estaba saciada ya. Caminamos un poco más en búsqueda de un lugar de maderas y bancas, donde podamos ingerir una buena bebida. Pensé que un vino me caería muy bien.
Entonces encontramos el lugar, un bar. Tal como lo imaginé, madera, muy tranquilo, muy acogedor. Entramos, mi compañero y yo, para pedir al mesero una buena dosis de licor.
Sin embargo, no había mesero, el lugar estaba vacío. De pronto mi vejiga me habla y me dice que es hora de vaciar el tanque. El baño también era acogedor, al entrar en el, todo lo que contenía se tornaba en sepia. Sí, sepia. El baño tenía su propia personalidad, y era sepia.
Al salir del baño, encontramos a un señor de barba blanca y sombrero marrón. Vestía una camisa roja y negra a cuadros y jean, blue jean. Era un buen amigo de la infancia. Se llama Bill. Bill Buffalo, pero por ahí le dicen Wilf. Es un australiano hispano-parlante de muy buen corazón.
Sus palabras me llamaron la atención, pues me dijo que pensaba que llegaría un par de horas antes. Es decir, el viejo me estaba esperando.
Tuvimos una gran conversación, para lo cual mi amigo se perdió. Se fue a buscar su rostro.
Palabras van y vienen, y los tragos de cerveza en chopp nos entretienen. Muy bien, nos sentíamos felices. Pocas cosas hay, mejores que una buena conversación.
Y así, se hicieron las 4, y las 5. A esta hora, llega una hermosa joven de cabellos dorados, ojos verdes como el camino de inicio de la historia, y unas largas y hermosas piernas. Vestía una camisa blanca muy apretada y una falda roja y negro a cuadros. Tenía trenzas de oro y una sonrisa aniquiladora.
Sí, con una mirada me mató. Me tuvo a sus pies en un segundo. Mi buen amigo Wilf me la presentó, era su sobrina de Aalst.
A esto me refería cuando dije que pocas cosas son mejores que una buena conversación.
Ni una sola palabra compartí con ella, solo me tomó la mano y me llevó al baño. Exactamente al baño sepia. Al entrar, me besó, fuimos muy corteses y nos ayudamos a quitarnos la ropa. Luego fuimos muy caritativos y nos entregamos los cuerpos. Maravillosa tarde, ella jadeaba y yo volaba, ella se movía y yo me regocijaba Tuvimos una malditasearecontrabuenaextravaganteyestupenda tarde de sexo.

Aquí un video del viejo Wilf.